Matabot para mí es una serie de relatos palomiteros, en plan los disfrutas como un enano y a la vez tiene distintos subtextos que hacen del mundo una sola entidad.
Esta entrega es continuación directa del primero y, si bien es cierto que se podrían leer por separado, en tiene el mismo impacto cuando se hace referencia a la anterior misión.
Condición artificial versa sobre la búsqueda una identidad propia (con la trama de saber que pasó en Ganaka Pit) y la familia (con la trama principal de las tres personas). Me gusta mucho que al final la trama de Ganaka Pit sea irrelevante al personaje principal porque se veces es lo que pasa, no hay un click mágico, simplemente es y así lo espesa Matabot en sus últimos párrafos.
La búsqueda de un lugar al que ir, de alguien a quién querer y cuidar, en definitiva buscar el concepto de familia, es un motor potentísimo y Marta Wells sabe hacer uso de él. Nos brinda pequeños momentos de amor, de incomprensión, de acercamiento entre personajes que hacen reflexionar al lector. El momento en el que están Matabot y Tapan en la habitación de hotel y ella se acerca a Matabot buscando el contacto humano y él reacciona al principio con incomodidad y después con ternura (subiendo su temperatura corporal) da un mensaje de preocupación mutua, de compresión y hermandad único que se expresa con muy poco.

No me puedo ir sin alabar la increíble traducción de Carla Bataller Estruch que es capaz de adaptar increíblemente bien los nombres de todos los bots, contexto, chistes y demás; si no por el uso del género neutro cuando se ha hablado de les terceras.