Esta novela es una sátira ácida y descarnada del mundo editorial y los círculos bibliófilos en las redes sociales. El ritmo es ágil, casi como escuchar a una persona hablar. La narradora es no fiable desde el primer momento, claro, pero tiene algo que te atrapa: no puedes dejar de mirarla, de leerla, necesitas ver hasta qué punto va a llegar para seguir excusando lo inexcusable. 

Hacia el final, la cosa pierde un poco de fuerza, pero es que no ha debido de ser una historia fácil de cerrar. Aprecio la cualidad metaliteraria de la conclusión y me quedo con todos los momentos previos, que no han sido pocos, en que he tenido que parar de leer y reflexionar sobre aspectos tóxicos y turbios del mundo editorial y bibliófilo que hoy en día tenemos bastante normalizados.