❝𝐖𝐡𝐲 𝐝𝐢𝐝 𝐲𝐨𝐮 𝐭𝐚𝐤𝐞 𝐭𝐡𝐞 𝐰𝐨𝐮𝐧𝐝𝐬 𝐭𝐡𝐚𝐭 𝐬𝐡𝐨𝐮𝐥𝐝 𝐡𝐚𝐯𝐞 𝐛𝐞𝐞𝐧 𝐦𝐢𝐧𝐞?❞

Con el correr de los días, Divine Rivals se volvió una historia sumamente especial para mí. Supongo que no debo ser la única, pero fue mi primer encuentro con la autora y ahora entiendo esa incomparable felicidad que trae leerla.   

Es una historia que roza la crudeza de una guerra, la pérdida y el dolor; el duelo y la esperanza, pero también la belleza y el peso de las palabras en momentos de soledad. Este libro comparte un sentimiento tan puro y humano: la pasión por la escritura. Es un hecho que se destaca en cada capítulo, le da luz a esos rincones oscuros que envuelven a los personajes. Las palabras los unen, la rareza de un secreto los acerca aún más y el destino finalmente los atrapa en un lugar que da comienzo a una nueva vida. A pesar del caos, de la muerte, de heridas internas que aún intentan sanar, hay una delicada línea que se va formando hacia el final que permite al lector enfrentarse a la tormenta de emociones que surgen como una ola gigante. En experiencia propia, haber leído este libro provocó una sensación de compañía que hace mucho no encontraba en una historia. Incluso conviviendo con la soledad que se aferra a los personajes, la incertidumbre y la supervivencia, hay un tinte de belleza que es imposible ignorar. 

Lo que más aprecié de Divine Rivals fueron las cartas. Eran momentos para sentir y tener las emociones en carne viva. Porque así fue como lo viví, a través de una prosa increíble y una construcción narrativa que me cautivó desde el comienzo. Estoy 100% segura de que voy a seguir leyendo a Rebecca Ross.