"El que ama no traiciona". Pues con esta frase resumo una lectura que invita a la reflexión casi en cada página, que nos señala una vez más que en todo conflicto siempre hay dos verdades y que página tras página nos acerca tras la mirada inocente de un niño al nacimiento del estado de Israel. La novela está plagada de alusiones al lenguaje y todo el hilo conductor gira en torno a la definición de traidor. Creo que la mejor de todas la aporta el propio autor después de, como su personaje, ser considerado traidor a su país una y otra vez: traición no es lo contrario de amor; es una de sus opciones. Traidor -creo- es quien cambia a ojos de aquellos que no pueden cambiar y no cambiarán, aquellos que odian cambiar y no pueden concebir el cambio, a pesar de que siempre quieran cambiarle a uno. En otras palabras, traidor, a ojos del fanático es cualquiera que cambia. Y es dura la elección entre convertirse en un fanático o convertirse en un traidor. No convertirse en fanático significa ser, hasta cierto punto y de alguna forma, un traidor a ojos de fanático.