En su lecho de muerte la madre de Juan Preciado le hace prometer que irá a Comala, el pueblo de donde son oriundos, a buscar a su padre Pedro Páramo. Una vez que llega al pueblo, encuentra un caserío vacío, donde lo único que habita las deterioradas casas son ecos de sus habitantes, almas en pena que vagan por los lugares donde alguna vez hicieron vida. 

Lo que sigue es un encuentro entre la vida y la muerte, donde poco a poco se va desplegando la historia de Pedro Páramo y Comala desde las experiencias de los pobladores y conocidos. Es una narración muy interesante, que requiere mucha atención a los detalles pero que, al mismo tiempo, es envolvente y apetecible. Invita al lector a dejarse ir, a experimentar el momento igual que Juan Preciado.

¿Qué la entendí toda? Probablemente no, se me escapan ciertas particularidades culturales e históricas de México, pero al mismo tiempo estoy en paz con la lectura que hice y siento que posiblemente algún día yo también vuelva a Comala.

Un libro absolutamente clásico de la literatura latinoamericana, enrevesado; con una estructura fragmentaria que va encajando sus piezas lentamente para construir el declive de un pueblo que va muriendo con un hombre.

La primera mitad me pareció excelente, las descripciones una obra de arte. Luego se distancia de la parte más sobrenatural y se queda solo con la trama del pueblo y eso terminó aburriéndome un poco.